Archivo documental
Nómina de las Obras de propiedad del Museo Nacional de Bellas Artes seleccionadas con destino al Pabellón Argentino en la Exposición Internacional de París, Buenos Aires, 23 de marzo de 1937.
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Raquel Forner
(Argentina, Buenos Aires, 1902-1988)
Composición, 1934
Óleo sobre tela, 100 x 80 cm.
Inv. 1730
Obra donada por la Asociación en 1934, luego de ser exhibida en el Salón de Pintores Modernos realizado en Amigos del Arte.
Comentario sobre la obra por Sebastián Vidal Mackinson
Forner ingresó al relato de la historia del arte argentino con una presencia insoslayable como integrante del grupo de artistas renovadores de las décadas de 1920 y 1930. En 1923 se graduó de profesora de dibujo en la Academia Nacional de Bellas Artes, unos años más tarde viajó a Europa y en 1929 asistió a los cursos de Othon Friesz. Al tiempo regresó a Argentina y en 1932 organizó junto a Domínguez Neira, Bigatti y Guttero los “Cursos Libres de Arte Plástico”, replicando la modalidad de los talleres libres existentes en París. En 1934 obtiene el segundo Premio en el Salón Nacional con Interludio, signando su presencia en la escena artística renovadora, como lo hiciera en 1924 cuando se presentó por primera vez al Salón Nacional y obtuvo el Tercer Premio, acompañada por la crítica de la época que reparó en la fuerza de su obra.
Dos figuras femeninas hermanadas: una clásica, otra moderna. Una viste una prenda colorada y abraza a la otra, una escultura antigua. Apoya su brazo izquierdo sobre la espalda y dirige su mirada hacia el mismo lado que la representación escultórica, imitando su pose: de perfil, mentón en alto, mirada plácida y decidida. Es una mujer nueva, resuelta y de manos fuertes: con una sostiene el hombro del brazo cercenado de la primera, con la otra un pez. Dos figuras de carácter monumental unidas por contacto físico. El pez se ubica en el centro de la composición, entre ambas.
Las figuras están enmarcadas en un paisaje nocturno marino. La luna por sobre la mujer moderna se deja ver entre nubes grises e ilumina el mar. Hacia la derecha su poder lumínico pierde evanescencia y deja aparecer oscuridad y un mar embravecido. Para 1934, Forner produjo un conjunto de pinturas de evocación clásica influida por figuras del retorno al orden picassiano. Presagio (1931), Interludio (1934), Ritmo (1934) son algunas que, junto a Composición, constituyen una etapa que se caracterizó por climas y ambientaciones que rememoran la antigüedad clásica con una latencia enigmática.
Entre varios de los tópicos sobre los que diagramó, la representación de las mujeres fue una constante, sobre todo el lugar de las modernas, anclando de esta manera su mirada en el presente inmediato. Para la mitología grecorromana el pez consagra el cambio y la transformación. En un contexto mundial donde el rol de las mujeres está cambiando radicalmente, Composición nos señala desde hace más de ochenta años una transformación posible para congregar una vida de mejor calidad.