Archivo documental
Ofrecimiento de donación de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires,18 de junio de 1941
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Guillermo Facio Hebequer
(Uruguay, Montevideo, 1889-Argentina, Buenos Aires, 1935)
Ocho estudios de una mujer anciana, ca. 1930
Litografía coloreada sobre papel, 76,3 x 54,7 cm.
Inv. 6279
Obra donada por el Dr. Rafael A. Bullrich a través de la Asociación en 1941
(Presidente de la Asociación entre 1939 y 1944)
Comentario sobre la obra por Miguel Ángel Muñoz
Estudio de figuras, este aguafuerte de Guillermo Facio Hebequer, es una de las obras que mejor exhibe su propuesta artística. Propuesta nacida y desarrollada en un ámbito grupal, el de los Artistas del Pueblo. Desde mediados de la década de 1910 y en la década de 1920, Facio Hebequer, junto con José Arato, Adolfo Bellocq, Agustín Riganelli y Abraham Vigo, formó parte del que puede considerarse el primer grupo programático en las artes plásticas argentinas. Un grupo unido por un programa basado en una estética social y política de fuerte raigambre anarquista. Este programa lo explicita Facio Hebequer cuando afirma que “interpretar la conciencia del pueblo fue siempre nuestra más alta aspiración”1. De este objetivo se desprenden aspectos que están muy presentes en las tres obras de Facio Hebequer que la Asociación donó a nuestro Museo. Un tema casi excluyente: el pueblo, los sectores populares. El pueblo mostrado sufriente y miserable. Exhibido como víctima de la injusticia social tal como se lo veía desde el anarquismo. El Estudio de figuras muestra ancianos. El tema se repite en Ocho estudios de una mujer anciana. En ambos casos, las imágenes nos muestran seres decrépitos, vencidos por el tiempo y la miseria. Aislados en su soledad, con sus miradas perdidas en la nada. No hay ninguna ternura en estas imágenes que están más cerca de la caricatura, del grotesco. No es casual esta elección temática ni este tratamiento. En la mayoría de sus grabados, Facio Hebequer nos muestra a los seres más vulnerables de la sociedad, ancianos, niños de la calle, famélicas madres de pueblo, vagabundos (atorrantes). Todo esto responde a lo que puede llamarse el “miserabilismo” anarquista, muy diverso a la visión del proletariado heroico que por entonces comienzan a mostrar los artistas que parten de una mirada marxista.
Otro aspecto central en este programa estético es la importancia otorgada al grabado. Todos hacen grabados, incluso -aunque en menor medida- el escultor Riganelli. El grabado es una obra múltiple sobre papel, por lo tanto, de bajo costo, lo que la haría accesible a ese pueblo al que estaba destinada. Esto, al menos, era la aspiración de los Artistas del Pueblo. Además, ya a principios del siglo XX, el grabado tenía una fuerte raigambre en la producción de imágenes de crítica social o política. Una tradición en la que se cuentan Goya, Daumier o la contemporánea Käthe Kollwitz. Al mismo tiempo, la monocromía, el blanco y negro del grabado parecen hacerlo muy apropiado para las imágenes cargadas de dramatismo, como ocurre en el notable contraluz que domina en la litografía de Interior o El velorio de la serie El conventillo. Un grabado protagonizado por figuras femeninas, encorvadas por el dolor y la miseria en el modesto interior de una pieza de conventillo.
Por lo expuesto, podemos afirmar que estas tres obras exhiben muy claramente la pesimista visión de la condición popular que compartían Facio Hebequer y sus compañeros de grupo desde su particular mirada ideológica.
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1 La Vanguardia, 1 de mayo de 1929